Caminando una noche por las oscuras calles de un municipio atormentado por el calor, donde durante el día el sol calienta el pavimento de tal forma que pareciera que las casas de concreto blanco que reposan sobre él fueran a derretirse y a convertirse en un gran charco de nada, me encontré con uno de los muchos reflejos del ser colombiano.
Pero no fue una botella de Poker, Club Colombia o Costeñita, aunque no faltaron.
Ni tampoco la camiseta de la selección, o algún equipo nacional, aunque a varios se las vi puesta.
Ni las familias reunidas en la calle celebrando el día que terminaba, tomándose una botella de whisky y escuchando por enésima vez “Mañanitas de Invierno” de Poncho Zuleta.
Eran vísperas de un año nuevo, el mismo que nos trajo la plaga, y en el pequeño pueblo de tres calles se mezclaba el vallenato de los parlantes callejeros de todas las casas; pero las plazas estaban apagadas, porque como todas están construidas alrededor de iglesias, les pareció prudente dejar a los santos descansar porque mañana tenían un día movido de perdonar a tanto pecador.
Es que aqui todos rezan, pecan y rezan para empatar. Es un ciclo y todos nos llevamos así, porque somos individuos que los domingos le damos la paz al prójimo, pero salimos a quejarnos por todo. Irónico considerando que somos el país del Sagrado Corazón, y que el municipio era destino turístico por su espectacular procesión de Semana Santa.
Pero así somos.
Ahí seguía parada yo, viendo el piso y pensando; que curioso vivir tan lejos pero compartir tantas cosas, seguro aquí más de uno seca las medias detrás de la nevera o acompaña la sopa con guineo, o ambas.
Más de uno tiene una condición estomacal por aguantar el hambre o comer de más.
Más de uno toma trago parejo para pasarla bueno hoy y como si mañana el guayabo fuera a dar tregua. Un sancocho y queda listo.
Pero ser colombiano va más allá de las costumbres, los dichos o las condiciones estomacales. Es más que decir parce, llave o compa, o que ir a carnavales, ferias y fiestas (que a nadie hacen mal), Es más que unirse para ver un partido de la selección, y que al final se maten por otras cosas.
Es más que ser avispado y más que seguir adelante y con la mejor actitud posible. Más que levantarse a hacer lo que da felicidad, o sembrar con o sin semillas. Jactarse de recoger.
Más que conocer al vecino y ser amable con el prójimo.
Más que ser cachaco y vivir estresado por el trancón, o costeño y alegre, santandereano y fuerte, paisa y emprendedor.
Más que tener el sentido de querer seguir adelante a pesar de que la vida hale para abajo, pensando en la cerveza del final del día.
Y las del día después de eso, hasta acumular suficientes para llegar al viernes.
O depronto no es cerveza, es aguardiente, ron o whisky.
De igual manera, cualquier bebida que dé gastritis,
O cualquier preocupación que dé acidez.
Porque dudo que ese sobre de Gaviscon vacío que llevo mirando varios minutos haya sido para solucionar un malestar estomacal que da de tanto tomar agua, o sea derivado de un estado de tranquilidad.
Me lo he encontrado tantas veces y en tantos lugares diferentes que pienso que es mío, pero es absurdo porque los míos están en mi maleta y sólo me los tomo antes de dormir, porque lo mío es por estrés.
¿Será que eso es ser colombiano?
Ser colombiano es ser colombiano y punto, compartir todo y nada a la vez. Ya estuvo bueno de tanta discusión de identidad y cultura, que solo aleja más en esencia. Que siga siendo un sentimiento de orgullo patrio intangible y que todos lo sepan, pero nadie sea capaz de poner en palabras.
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