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Populismo marca Rodolfo

Sergio Villarreal


La oleada de políticos populistas buscando espacios en la discusión nacional no es nueva ni exclusiva de Colombia. Los “outsiders”, personas que dicen no pertenecer a la clase política, y que creen que no pertenecer a la clase dirigente justifica cualquier conducta anti-ética, y hasta ilegal están más esparcidos que nunca, tanto de manera geográfica, como a través del espectro ideológico. En Hungría está el ejemplo de Viktor Orbán tal y como, en Brasil tienen a Bolsonaro y su tendencia de ultraderecha. Al igual en la izquierda con AMLO en México, y el Cinco Estelle de Italia. Aunque difieren en cómo se identifican políticamente, concuerdan en las tres características que hoy en día en las elecciones presidenciales de Colombia ejemplariza más que nadie, el exalcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández.


En primer lugar, lo más distintivo de los populistas del Siglo XXI es fomentar la noción de ser un “outsider”. Aunque en casos como el de Bolsonaro (Diputado por 30 años antes de ser presidente) y AMLO (ex-Jefe de Gobierno del DF) no sea tan cierto que no son “parte del sistema”, su marca política se basa en venderse como los únicos que no son políticos en una contienda de políticos. Esta marca hace que lleguen con propuestas que llaman la atención de un público afectivo, desesperado y reaccionario. Procesos como el muro fronterizo de Trump, o la legalización del porte de armas de Bolsonaro, son un ejemplo perfecto de las promesas con las cuales se busca una reacción en el público. Aunque al final del día estas propuestas no sean realistas . Además, tiene un lado mucho más oscuro ya que ante cualquier cuestionamiento corren a decir que es una persecución política de las élites como ellos mismos dicen los “medios Fifi” en México con AMLO y las “Fake News” de Donald Trump. En el caso de Colombia, Rodolfo Hernández ha utilizado esta excusa varias veces como cuando fue inhabilitado por irregularidades contractuales en su Alcaldía por la Procuraduría General del entonces Procurador Fernando Carrillo, o los cuestionamientos en los medios por haber estado aparentemente “vendiendo avales” en su lista por firmas al Senado, más recientemente.


Otra característica clave es la naturaleza agresiva y la apología a la violencia (ambos física y verbal) como una forma irreverente de hacer política. Nuevamente, los políticos populistas, utilizan su imagen de “outsider” para justificar estas conductas injustificables y reversan activamente una de las mayores promesas de la democracia, la cual es resolver las disputas políticas de una forma no violenta. En Brasil vimos como Bolsonaro hablaba abiertamente de cómo “violaría a una periodista si fuera la linda” tras ser cuestionado por sus posturas machistas, por ejemplo. En el caso de Rodolfo fue evidente cuando agredió físicamente a un concejal del Partido ASI durante su Alcaldía cuando fue cuestionado en su apartamento. Todo esto le hace daño a una sociedad que se mueve hacía la paz tras dejar atrás una cultura de la guerra.


Estos son solo el par de características más visibles del populismo, pero la pregunta que queda ¿Por qué es esto más grave que seguir cómo vamos? Pues, aunque estamos en una situación claramente de desesperación. Pero el populismo, la apología a la violencia, ver los cuestionamientos como una persecución política, y el “whataboutism” como lo llaman los Estadounidenses. Toda esa postura de justificar todas sus falencias por las falencias de otros, lo único que genera son más problemas. Al crear una política basada en enfrentar un grupo contra otro sin que esta disputa tenga un trasfondo real o aporte a la discusión política. Este populismo lo único que hace es devolvernos a los momentos del país donde el fin justificaba los medios, y donde no había un crimen demasiado grande para ser peor que perder. Nos han dicho que, en estas elecciones, la democracia está en juego. Parece que tenían razón.

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