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Plumas y no armas, periódicos y no tierras; María José Flórez

Como nación, no tenemos memoria, o por lo menos pareciera ser así, hemos estado condenados a repetir errores, por más que fueran completamente humanos, deberían de cierta manera haberse evitado (aunque hayan obedecido a diferentes causas). Jorge Orlando Melo relata en su obra “Historia Mínima de Colombia” un recorrido en diferentes aspectos: social, cultural, económico y político de nuestra patria.

Desde los primeros pobladores hasta el último proceso de paz al cual casi que en unísono la mitad de la nación dijo no. La lectura del libro es algo así como un ejercicio de ubicación en el tiempo, lineal y pausado, para entender a profundidad diferentes sucesos que han marcado nuestra historia: las diferentes luchas políticas, que eran más una regeneración ideológica que una disputa de poder, incluso afirmó, que esa disputa era la herramienta a dicha regeneración.

Entonces, podría establecerse que, de las cosas que más resonó del libro, fue, en cierta medida, la importancia del papel de los individuos letrados en nuestra consolidación como república (aunque ésto no tuviera una connotación positiva posteriormente al verse tergiversado el recurso escrito por ésta misma doctrina) sin embargo, partiendo del hecho de que al principio y hasta cierto punto, pesó más una pluma que un arma, ser lector y escritor que tener tierras bajo el brazo.

Uno de mis elementos predilectos en la lectura también, más que de ser una idea del panorama analítico en general, es el capítulo 14 que abarca la última mitad del siglo XX y las primeras décadas del siglo XXI. En ese entonces estaba el país atravesando una crisis de narcotráfico que habría de marcar por varias décadas después la estructura interna del país (a nivel institucional) y la imagen a nivel internacional.

En lo que engloban los 80 y 90, la sangre de más de un periodista corrió por las calles, un hombre o mujer, (Melo también se esfuerza en hacer un esbozo del papel de la misma a través del tiempo en su obra). Individuos que ejercían su derecho estipulado en la carta magna de 1991 (primera en inclusión) a la libre expresión y fallecían en el intento a manos de un conflicto que parecía nunca terminar. Aunque me hubiera gustado que Melo profundizara más en el oficio periodístico a través del tiempo (como el papel de la prensa de oposición durante el frente nacional) es ambicioso solicitarlo en un libro de “Historia Mínima” aunque juega su papel.

En conclusión, es interesante y más que necesaria la apuesta del autor con un libro de historia que ya incluya el último proceso de paz que tentativamente terminaría un guerra civil de 52 años, tiene una visión optimística al futuro, sin ser necesariamente infundada o cliché. Presenta sus argumentos para dar la siguiente afirmación:

“si el país logra avanzar en estos procesos de búsqueda de paz, después de haber rechazado un acuerdo que en los hechos terminaba con las Farc, aunque dejaba muchas heridas abiertas, tendrá oportunidad de lidiar, sin enfrentar a un grupo armado experimentado y fuerte que justifica políticamente sus actos, con la difícil herencia de mas de 60 años de coexistencia de armas y democracia, avance económico y desigualdad, progreso social y violencia, participación política y represión.”

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