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Apología a La Delgadez; Maria Camila Velazquez

Actualizado: 1 jul 2020

Convivimos en una sociedad que idolatra la delgadez, que la asocia con belleza, salud, determinación y éxito. Una sociedad que ha construido arquetipos de mujer y hombre centrados en cuerpos moldeados por horas extenuantes de ejercicio, dietas extremadamente estrictas y restrictivas y perfiles curados a la perfección en redes sociales, como Instagram, Youtube y Facebook. Una sociedad que consume vorazmente posts, likes, tweets, shares, anuncios publicitarios y propagandas donde la delgadez se retrata como la clave para la estima, la felicidad y el triunfo. Una sociedad que devora descontroladamente películas, series de televisión y obras de teatro donde las modelos delgadas son casi siempre las protagonistas mientras que las gordas son el personaje secundario cuyas características fundamentales son el humor extraordinario, la inutilidad inherente, la mediocridad en el trabajo y la pereza cotidiana. Es decir, una industria multimillonaria ha inculcado en los seres humanos una aversión astronómica y un odio inexplicable hacia la gordura, denominada “gordofobia”, con el objetivo primordial de promover el gimnasio, las dietas, las prendas de ropa pequeñas, los suplementos y las cirugías estéticas.

Esta mentalidad rígida, este sesgo ideológico ha resultado ser terriblemente perjudicial para la convivencia en sociedad pues existe un rechazo instantáneo hacia las mujeres y hombres que no tienen la “figura ideal” o “el cuerpo soñado”. Lo cual ocurre en todos los ámbitos... desde el profesional, cuando se les obstaculiza o impide el acceso a un puesto de trabajo porque se cree que el ser gordos los hace mediocres e ineficientes, o simplemente cuando su intelecto y demás valiosas cualidades se devalúan por su aspecto físico distinto. En el ámbito médico cuando los expertos establecen que los kilos de más son el núcleo de todas las afecciones, complicaciones o problemas de salud de cierto individuo (cuando en realidad puede ser algo completamente diferente y alejado de aquello como una predisposición genética o una enfermedad terminal). Y finalmente en el área de la moda cuando se vuelve una hazaña conseguir prendas en tendencia debido a que los almacenes de cadena no producen tallas lo suficientemente grandes que se acomoden a sus cuerpos. Más aún, a nivel personal, la carencia de representación mediática (en actores, cantantes, influencers o entrepreneurs) conlleva al desarrollo de trastornos alimenticios como la anorexia, la bulimia o la dismorfia corporal, que se alimentan de la carencia de amor propio, del odio al cuerpo, del temor a la validación exterior y de la lucha interminable por la transformación.

La mujer o hombre anhela genuinamente cambiar su apariencia física para asemejarse a los “role-models” que bombardean sus feeds continuamente, pues creen que aquello los conducirá directamente al éxito, la satisfacción y el reconocimiento. Convirtiendo así su existencia en un campo de batalla en contra de sus imperfecciones, en una apología a las dietas degradantes y en un ciclo interminable de ejercicios que sólo deteriora y destruye la paz espiritual. Aquella crisis existencial conduce a que las mujeres y hombres determinen su valía humana dependiendo del número que muestra la báscula, de las calorías que restringieron en el día, de las horas de ayuno y de los kilómetros transcurridos en la elíptica, convirtiendo su propósito metafísico en algo superficial, efímero y vacío. Es realmente esos los fundamentos de admiración y victoria que deseamos establecer como sociedad? Es realmente el peso o nuestro aspecto físico lo que debemos admiramos sobretodo en los seres humanos? Es realmente los kilos de más la razón de nuestra infelicidad, soledad y mediocridad? Es realmente la apología a la delgadez lo que queremos tener como núcleo existencial? Somos agentes de transformación y esta en nuestro poder construir un mundo centrado en la salud, en el ejercicio que proporcione vitalidad y paz interior, en la alimentación completa y variada, en la vida dinámica y profunda, y en la valoración de la apariencia física por su belleza singular.

Para concluir, deseo aclarar que no pretendo hacer una apología a la gordura sino promover el concepto de “Body Positivity”, la aceptación de todos los tipos de cuerpo incluidos: el “curvy”, el delgado, el musculoso y el ancho, y la consciencia de que la apariencia es solo un elemento mínimo de lo que debemos valorar, admirar y amar de nosotros... pues la ética, el intelecto, la personalidad, el talento y los valores también nos hacen seres humanos increíblemente valiosos y especiales. Y finalmente, invitarlos a alimentar las neuronas para potencializar el intelecto y fortalecer el corazón para vivir en pro del bien en vez de gastar tanto tiempo, energía y emoción en la construcción de una apariencia “perfecta”. Dejemos de criticar o juzgar instantáneamente a nuestra compañera/o de trabajo gorda/o por su estética, a creernos expertos en la salud y recomendarle bajar de peso para mejorar su vitalidad, a aplazar los planes y proyectos que tanto anhelamos (encontrar una pareja amorosa y leal, buscar el trabajo de nuestros sueños, comprar ese vestido divino, maquillarnos o tomarnos fotos) para cuando bajemos esos kilitos de más, a cimentar las raíces de nuestras crisis en lo superficial. Trabajemos más bien en lo que tenemos, en lo que nos hace únicos, inigualables e increíbles... nuestros valores, principios y prioridades, nuestra ética de trabajo y resiliencia ante la adversidad, nuestro sentido de compasión y empatía hacia los más vulnerables y desfavorecidos, y finalmente nuestro potencial, talento y fortalezas inherentes. Valoremonos por lo que reside en el interior, lo que realmente importa, vivamos una vida saludable sin llegar a los extremos y recordemos que cada cuerpo es perfecto en su diferencia porque al fin y al cabo el ser humano es un proyecto precioso y celestial por su inherente imperfección.

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