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Salpicón llamado Murakami, Surrealismo existencialista; Guillermo Reyes

¿Alguna vez ha probado un buen salpicón? De esos que se riega el juguito por la mano y debe chupar el sabor frutal, cítrico y acidico de sus dedos, saboreando la combinación de frutas en el líquido que corre pegado a la piel al compás de las venas. Seguramente, sí es colombiano o ha vivido gran parte de su vida en el país del realismo mágico, si; y más que ello, puede ser una de sus prácticas matutinas. No se puede obviar lo que es el salpicón, ya que su intrínseca forma amerita una detallada descripción. No es una bebida, no es una sopa, es más bien un menjurje que se compone por una mezcla de frutas tropicales al estilo de piña, papaya, patilla (sandia), manzana -en ciertos casos-, banano -en algunos otros- y por supuesto el infaltable jugo de naranja; este actúa como mediador de todos los sabores que confluyen dentro del vaso de plástico, la totuma de cerámica o cualquier recipiente que utilice para disfrutar de este particular alimento. Así como el salpicón, la literatura de Murakami se siente como ese líquido escurridizo, pegachento y adictivo.

Establecí una relación con el autor Japones durante este verano. Tras un largo tramo de tiempo de varios meses, levanté ciegamente la tapa de un libro. No había dejado de leer por desidia o por mamera, sino más bien por salud mental. Una salud mental que también explora en cierta medida Haruki Murakami. Nacido en Kioto en 1949. Se le podría llamar de manera informal como el dandy de la literatura japonesa, por ser actualmente el más reconocido autor proveniente de la tierra del sol naciente. Podría describir incansablemente, incluso crear una biografía de Murakami, pero este no es el objetivo fundamental del presente escrito. La pregunta o el objetivo principal de este texto es: ¿cómo se asemeja la literatura de Murakami al salpicón? Y ¿Por qué el salpicón y por qué Murakami?


Propongo una relación extraña, un poco extravagante y particular de la cual no es posible dilucidar una relación aparente. Comenzaré por el inicio. El primer libro que leí fue “Primera persona del singular” (2020), lo compré por que la editorial (Tusquets) promocionaba la compra de tres libros por el valor de dos; no fue mi primera elección. Sin embargo, de los otros dos libros, los cuales eran ya una compra premeditada, el único que terminé leyendo fue el del japones. Me intrigó mucho al inicio su forma de captar la atención del lector. Su tono suave hace que el comienzo de la lectura sea sencilla. A lo que coge forma la lectura, el tono se pone agresivo, y la velocidad se acelera, tanto como los latidos del corazón. Sentí un abrebocas de Murakami con las múltiples historias cortas que relataban una visión literaria, romántica y surrealista de las mujeres y la música. Sentí una profunda conexión con su forma de escribir. Algo que se debe de prima facie, a su capacidad de redactar con tal detalle que la imaginación del lector entra en un espacio cerrado, donde el narrador se establece como el comandante de la fantasía novelesca. Murakami, a su medida disfruta de controlar el espacio, el tiempo, los sentimientos, olores, colores y objetos que hacen parte de la historia que se crea en la mente del lector. Lo que en algunos casos resulta en una guillotina (Sputnik mi amor) y en otros en un postre de natas (Kafka en la orilla) o un aire de tranquilidad (Tokio Blues).


La base del salpicón es el sabroso y acido jugo de naranja, el cual funciona perfectamente para construir un espacio suave y cómodo para poder introducir el resto de las frutas. Para Murakami, el jugo de naranja, su base fundamental, es el surrealismo. Describir esta vertiente de la literatura es algo relativamente complejo, debido a que se encarga de cubrir una de las piezas fundamentales para la construcción del libro y del salpicón. Describiré entonces lo que es el surrealismo, para luego explorar lo que significa el jugo de naranja con relación a la construcción literaria de Murakami. El surrealismo puede ser simplemente descrito como un género literario que prácticamente apropia lo escrito con la imaginación floral y la expresión del subconsciente del autor. En el caso particular se puede decir que Murakami concibe su universo literario como una extensión de la realidad, donde ocurren situaciones que son inexplicablemente fáciles, pero que se dejan al arbitrio del lector para definir la posible conclusión de una situación. El jugo de naranja proviene de exprimirla en busca de sacar el zumo de la fruta para poder degustarlo. Ahora bien, su característica principal es su gusto acidico, el cual lo hace verdaderamente disfrutable. Este sabor lo destaca de las demás frutas, ya que causa -por lo menos en su servidor- un sentimiento de escalofríos placenteros.


La manzana y la pera son también elementos fundamentales de un buen salpicón. Es como un álbum de Radiohead un lunes, es comenzar la semana o en su defecto el salpicón con un gran primer mordisco; lleno de sabor, color y por supuesto, algo de salud. Murakami es un autor particular, lo he dicho en diferentes maneras, pero hay pocos que logran suscitar una relación tangible entre las piezas musicales y las literarias como lo hace él. Quizás, solo quizás, Andrés Caicedo lo puede superar, pero ya no nos acompaña; solo queda el sonido bestial de sus libros. Caicedo, la música y la muerte son temas completamente relacionados a Murakami y a la Manzana dentro de los textos. Su visión de la vida es aventurescamente absurdista. El ejemplo principal de esto es el narrador de Sputnik mi amor, quien decide afrontar la vida sabiendo que cómo diría Camus, no tiene sentido, pero en ese sinsentido se logra encontrar la paz con vivir.


Murakami nos muestra la muerte no como algo malo o algo definitivamente tenebroso, sino más bien como algo con lo que nos podemos sentir cómodos. La muerte en Murakami entonces es algo que se convierte en algo sencillo, algo que eventualmente llegará, y en realidad lo que nos muestra es que podemos saber qué tan cerca estamos de ella, como con la señora Saeki de Kafka en la Orilla. Lo importante entonces, para Murakami es vivir lo que más se pueda, no vivir porque si, no vivir por si acaso; disfrutar de todas las mordidas de la manzana y de la pera. A pesar de que estas frutas se nos puedan disolver en la boca, lo más importante es disfrutarlas, morderlas, moverlas de cachete a cachete, sentir ese sabor con sentimiento a casa, disfrutar como los dientes atraviesan por la fruta. La vida está en eso, en servir para uno mismo y extraer el máximo potencial detrás de cada una de las aventuras, por más cortas o largas que sean; igualmente en algún momento se acabará el salpicón.


Aun no finalizo la historia de Watanabe y Naoko (Tokio Blues) pero en este texto se encuentran dos de las características más importantes del salpicón: la piña y la papaya. Las personas pueden morir en vida y para quienes siguen en el plano tangible de la existencia, ver y sufrir la muerte de alguien cercano termina creando una tusa incontrolable llena de dolor. La papaya no es para todos el mundo, hay muchos que no gustan de su sabor o su forma blanda y empalagosa, por ello se relaciona a este factor del autor. Se podría decir que, para el autor la muerte en vida es la reflexión en torno a la partida del alma del cuerpo, en sus libros mínimo un personaje vive muerto. No es fácil entender esta visión del autor ya que es parte funcional del surrealismo omnipresente. El picar una piña no es tarea, fácil. Requiere tener un conocimiento minucioso y una experiencia previa para poder cortar la fruta sin dejar algún tipo de remanente indeseable de la puntiaguda piña. Lo mismo pasa con el tema delicado de la muerte en Murakami. La muerte en vida existe en los momentos en que el personaje pierde una parte fundamental para su sustancia. Nos construye una historia, una vida entera de momentos, sentimientos y vivencias para luego decirnos que ya no vive, que todo lo que hace es solo para vivir sin significado hasta el momento de su muerte. Por alguna razón Murakami demuestra esto con personajes femeninos, como lo son la Señora Saeki, Naoko y Midori, Myû y Reiko. Ese sentimiento acido que proviene de la piña se contrarresta con el sabor cómodo de la papaya, lo cual hace que el dolorcito que proviene de comer la fruta acida se acabe en el momento en el que se traga el pedacito de papaya que acaba de morder. Esto pasa con esa muerte en vida en la literatura Harukista. El personaje que no tiene alma se acompaña de uno o dos personajes que llenan -o por lo menos intentan llenar- ese hueco en su vida. Le brindan amor, aventuras, historias o simples compañías, lo cual quizás es ignorado. Daré una frase que resume lo que esto significa; La vida se puede vivir solo, pero se vive mejor con una buena compañía. Esta frase es un poco atropellada, y es imposible cerrar un texto sobre Murakami haciendo lo mismo que le crítico; concluir con un final obligado.


El salpicón no es para todos, sería un ciego si pensará que a todo el mundo le podría gustar este menjurje colombianísimo, sin embargo, es difícil pensar en un postre o comida dulce que sea más conocido en todo el territorio nacional. Leer a Murakami ha sido una experiencia especialmente peculiar. Su forma de escribir de manera ultra detallada y su absurdo surrealismo han representado lo mismo que en su momento los cuentos de Rafael Pombo y en su medida los relatos de Sartre; un sencillo recuerdo de que la vida es algo tan fino y delicado que se puede ir fácilmente, así como se puede acabar el salpicón en un día de mucha hambre y de aún más sol. Todas las ocurrencias que narra en sus novelas demuestran lo profundo que es el amor y el deseo, el cariño y las emociones, pero aún más que esta explosión de sabores se muestra que la vida no tiene sentido alguno y por más que se le intente buscar uno, nunca se le podrá encontrar. Todas las acciones son vicisitudes y ninguna es lo suficientemente potente como para efectuar un cambio astronómico. Recomiendo leer a Murakami, especialmente Kafka en la Orilla; vaya directo al grano.








Carta al lector.

Si llegó a este punto estoy seguro de que le llamó la atención la filosofía del Japones. Las conclusiones que aporte anteriormente son aquellas que están impregnadas en la forma en la que disfrute de leer a Murakami, más sin embargo hay un par de cosas que no puedo dejar de mencionar.


En primer lugar, ¿Cómo no sea ganado el premio nobel? Me pregunto constantemente, por qué no se le ha dado este galardón a quien lo tiene más que ganado. Si bien puede parecer como un sí un simple fanático pretencioso quiere que feliciten a su autor como para decir que leyó un nobel, mi argumento está lejos de esto. Murakami merece el nobel por haber causado un cataclismo literario. Con cataclismo lo que quiero decir es que cambió rotundamente una vertiente de la literatura, introdujo una nueva forma de leer el surrealismo. Murakami no sigue las mismas reglas que Poe, García Lorca y Saramago. Murakami es un rebelde con la escritura, ya que toma la psiche humana para construir un mundo alterno en la propia mente del lector. Su escritura realista se asemeja -como ya lo dije al inicio-, a la de Andrés Caicedo porque utiliza muchos factores a los que el lector se aferra. No crea una historia completamente ilusoria, basada plenamente en unos sucesos ficcionales, sino que establece un universo realísticamente falso. Merece el nobel, por mostrar las realidades hermosas y dolorosas de la cultura japonesa. Merece el nobel por deconstruir la fría personalidad del japones, por desarrollar una crítica implícita e imperativa sobre la muerte en Japón y la vida ultra utilitaria en ese país.


La música y los libros son una combinación poderosa, en especial con un café. Por ello mismo, Murakami es uno de los artífices de un estado de la materia en la cual los libros y la música confluyen en sincronía casi perfecta. Su capacidad para relatar las historias unificando diferentes temas, álbumes con las fechas en las cuales se sitúan las historias. Su mención de artistas al estilo de Chet Baker, Stan Getz, Thelonious Monk, Brahms, Radiohead, Los Beatles. En general su estilo se basa funcionalmente en la capacidad de integrar música que evoca el sentimiento o las emociones de los personajes en determinadas situaciones de la historia. ¿Por qué es importante entender el uso de la música en Murakami? Simple y sencillamente, porque la música ayuda a contar otra visión complementaria de la historia. Es fabuloso el uso de todos estos temas musicales. Para de leer el libro en el momento en el que se menciona una determinada canción termina consolidando una relación más fuerte con el autor. Por eso quizás termine amando los libros de Murakami.

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