Tras introspecciones apasionadas y profundas durante la madrugada centradas en la existencia y su inherente perfección caótica arribe al concepto de la amistad. Un concepto intrincado pero precioso que nos abraza como humanidad sin importar nuestras diferencias raciales, generacionales, territoriales o ideológicas, que define y construye nuestra esencia única, que destruye momentáneamente aquella soledad perenne que nos agobia en la cotidianidad abriéndonos las puertas a la conexión genuina y proveyéndonos con un propósito metafísico que trasciende nuestro espíritu. Un concepto que ha traído a mi vida un paisaje de emociones vehementes, el cual ilustra alegrias esplendidas, memorias euforicas, orgullos enceguecedores y un sentido de paz holistico. Pero también, dentro del espectro más oscuro, ilustra melancolías insondables, iras explosivas, decepciones grotescas y rencores que carcomen el sosiego. Un concepto que ha resultado ser la clave para descubrir piezas del enigma misterioso que soy, que ha sido el origen de lecciones que atesoro porque me han construido progresivamente como una mujer madura, sensata y resiliente. Pero más que eso, que me ha guiado a descubrir verdades inquietantes acerca de la psicología de la humanidad, un laberinto enrevesado que con una dosis de sensibilidad y coraje se puede descifrar. Y, finalmente que me ha dado la sabiduría deontológica y empírica para que hoy a los 18 años tenga la humilde valentía de definirlo.
Una amistad genuina es ese paraíso idílico y armonioso donde las fachadas de fortaleza y coraje que construyes para sobrevivir en este mundo de crueldad, egoísmo y caos se destruyen paulatinamente conduciendote a ser tu en tu máxima expresión. Un ser puramente auténtico sin el más mínimo filtro, secreto o elemento oprimido, que expone sus más admirables características pero también sus más aterradoras falacias con plena libertad y espontaneidad. Y simultaneamente descubre, como quien resuelve una incognita, a otro ser en su integridad suprema, es decir en su magnificiencia y su monstruosidad, vislumbrando asi la magia inherente, el blanco y negro de la psique humana. Pero para lograr el clímax de una cándida vulnerabilidad este paraíso debe estar cimentado sobre unos pilares rígidos y esenciales, siendo estos el amor, la lealtad y la incondicionalidad.
Se debe adorar con devoción y pasión al otro ser, teniendo en cuenta que es la familia que Dios nos dio la autonomía de elegir, amar sus atroces imperfecciones al igual que sus alucinantes fortalezas, amar sus explosiones emocionales al igual que sus días de paz y armonía, amar sus errores y decepciones al igual que sus triunfos honrados amar sus vicios excesivos al igual que sus hábitos prodigiosos. Amar el ying y el yang, la luz y la oscuridad, el día y la noche, Amar todo, pues al fin y al cabo ese es el verdadero sentido. Una vez sientas ese cariño inconcebible ardiendo como un fuego candente en tu interior te das cuenta que esa persona no es solo mera compañía sino a quien anhelas ver feliz y triunfante, a quien ofrecerías tu tiempo y ayuda eternamente y por quien sacrificarías tu propio desarrollo existencial para satisfacer. Y es así cuando se da origen a la lealtad. La lealtad es esa ciega certidumbre en que sin importar los giros drásticos o el rumbo inesperado en el que te embarque el destino serás eterna e incondicionalmente firme a ese otro ser. Serás su apoyo en los momentos de crisis, de melancolías sombrías, de histerias impetuosas pero también de experiencias eufóricas y victorias gloriosas. Serás su consejera sensata y erudita que provee consejos originados del corazón los cuales resultan ser precisamente acertados y valiosos. Serás su consciencia, su compás moral y su norte, quien le plasmara el camino durante la perdición e incertidumbre. Y es asi como te embarcas en un proceso de transformación holística que te conduce a convertirte en maestro espiritual, diario íntimo, pañuelo, bolsa de boxeo, cajón de secretos y psicólogo, todos en sincronización celestial, todos únicos en esencia, todos origen de tu fervorosa amistad. Finalmente, tras desarrollar esos cimientos con gallardía y vehemencia logras vislumbrar la magia exótica que te acobijan y te das cuenta de lo categórico que resulta ser esta conexión. Que a pesar de atravesar los vacíos más insondables, las vorágines más devastadoras, las pérdidas más salvajes y los obstáculos más complejos contaras con una amistad incondicional por toda la eternidad. Y es ahí cuando te das cuenta que por mas errores garrafales y discusiones hirientes el corazón
ama tanto que es capaz de perdonar, que por más defraudes y tornados emocionales damos segundas oportunidades, que por más distancia física el lazo espiritual no se debilita y mucho menos se destruye, que por mas catástrofe siempre arribará la paz y que has sido capaz de comprender el valor insuperable de la amistad.
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