Maria Jose Hernandez.
Estudiante de la Universidad de los Andes en Derecho y Ciencia Política con opción en Cultura e idioma chino. Harvard HMUN winner. Emprendedora @MontserratCol.
Carolina Sanin en su columna “Colegios privados y vulgaridad de la élite” afirma que en Colombia “existe una élite ahogada”. Busca revelar cómo la clase alta colombiana, ha caído en un espiral de infelicidad, como resultado de su lucha por subir en la pirámide social. Aquel ahogamiento, se logra evidenciar en ciertos círculos en los cuales participa la élite. Si bien este silencio se logra evidenciar en muchos ambientes, es especialmente impactante la situación que se vive en los colegios de clase alta. Aquellos que los conocen, entienden cómo en Colombia estudiar en alguno de estos centros presenta oportunidades en cualquier lugar. Es innegable el valor social que estos tienen. Estos colegios parecen estar en una burbuja social, donde se tiene el privilegio de recibir una educación de la más alta calidad. Sin embargo, en aquella burbuja no escapa la violencia y el acoso que experimentan las mujeres.
En el mes de febrero del año 2022, Bogotá fue sacudida por la noticia de un caso de violencia sexual de una estudiante del Colegio Marymount, un reconocido colegio de niñas de élite en la capital colombiana. Lo que empezó con titulares como “Una exalumna del marymount cuenta su historia de acoso” rápidamente escaló a una denuncia formal de diez páginas de alumnas y exalumnas del colegio dirigida a este violador. Entre el querer mantener la privacidad de las estudiantes y la necesidad de informar, se presentó un extraño limbo, donde se reveló la incomodidad de la sociedad ante la verdad. Como alumna de un colegio similar al Marymount, logré evidenciar claramente aquel miedo en los pasillos y salones ante lo que podía explotar a partir de esta situación. Aun así, emergieron conversaciones importantes ante denuncias guardadas en oficinas del colegio. De esas conversaciones, existieron procesos. Algunos afirmaban que esto era solo la necesidad de hacer control de daños por la situación del Marymount, otras veían una oportunidad de cambio.
Sin embargo, la realidad de lo que pasó se quedó en un limbo entras estas cosas, entre renuncias y rumores de pasillo. Ante eso hoy le digo a estas instituciones que exigir una renuncia no es suficiente, estas deben estar acompañadas por procesos legales serios ante los que perpetúan estas violencias. Para poner la situación en perspectiva, la fiscalía en promedio recibe 51 denuncias de acoso en colegios por día. En cifras, un 96% de los casos son agresores hombres. Al fin y al cabo, estos violentos se van del colegio, pero somos nosotras, aquellas niñas y mujeres quienes hemos reportado, aquellas que decidimos alzar la voz con la verdad; las que todavía caminamos los pasillos de los colegios con cierta desesperanza ante la justicia. La triste realidad es que como resultado de una ineptitud institucional y medidas de protección de imagen los colegios terminan tomando medidas para hacer que la situación “desaparezca”. La sociedad ensimisma batalla con cómo enfrentar estas violencias. Los siguientes interrogantes son la tarea ¿Qué pasa si un profesor al que querías es reportado? ¿Cómo enfrentas el reportar a un profesor que todas tus amigas adoran?¿Qué pasa si un colega de tu trabajo es reportado?. Estos interrogantes se pueden extender a toda la sociedad, al enfrentar la era del Me too. En este momento histórico es clave cuestionar cómo logramos conjuntamente que la verdad sobre ciertas personas emerja. Tal como se dice, “Todas tenemos una amigo o amiga que ha sido violentada, pero nadie afirma tener una amiga o amigo acosador”.
Gran parte del problema sale de la falta de conversaciones difíciles, de querer crear colegios de género, hablando lo más mínimo posible sobre sexualidad. Laura Giraldo, aquella estudiante que denunció, se dio cuenta de lo grave que había sido lo que le ocurrió en la universidad, no en el colegio. Su testimonio es un claro indicador, ante aquello que sucede en los colegios, porque se experimenten o no violencias, existe una ignorancia frente a aquellas situaciones que solo tildamos como “incómodas” porque nadie nunca nos dijo que en verdad eran: acoso, violencia o incluso violaciones. Giraldo somos todas[1] .
La falta de seriedad por parte del público, ante la voz de las mujeres y niñas que denuncian se evidencia en estas cifras: el ministerio de educación afirma que tiene 867 denuncias por acoso y abuso en colegios, donde solo el 7,4% de estas han terminado en sanciones. A estas cifras se le suma, el cómo existe una inmensidad de casos en la ciudad donde las estudiantes reportan y las acusan de mentirosas. De cierta forma el ser mujer y llevar una jardinera, parece signo de provocación suficiente para que se asuma que la estudiante buscaba algo, cuando lo que representa la jardinera es el supuesto prestigio de nuestros colegios.
No son casos aislados, incluso se puede hablar de una voluntad en las instituciones en mantener el silencio. Este silencio sistemático no es un reflejo de solo personas que no quieran reportar, en definitiva existe una voluntad de cambio en profesores y estudiantes. La realidad es que, este silencio es el resultado de una falta de herramientas y agencia ante estas situaciones. Es muy complejo que un profesor quiera denunciar a un colega, si percibe que su empleo está en riesgo y que una estudiante hable sin el miedo a ser silenciada abruptamente por los adultos.
Volviendo a las élites, la imagen de los colegios, parece prevalecer ante el darle justicia a aquellas que la necesitan. De ello surge, la necesidad de hablar y escribir la verdad sobre los colegios prestigiosos; la cortina de humo tiene que caer. Las cifras anteriormente mencionadas, reflejan el desalentador panorama ante la verdad de las mujeres. Los colegios de élite, que al menos tienen un privilegio infinito, y aun así enfrentan el silencio. A raíz de esto me pongo a pensar: si es incomodo hablar de este tema donde parece que hay más herramientas, me asusto al reflexionar en aquellos colegios que escapan el privilegio. Las desigualdades sistémicas ante la mujer, trascienden en Colombia a la clase, ya que parece que nadie se salva del silencio.
Bibliografía:
Sanin, C. (2022).“Colegios privados y la vulgaridad de élite”. Recuperado de: https://cambiocolombia.com/opinion/puntos-de-vista/colegios-privados-y-vulgaridad-de-elite.
Somos Jacarandas (2022).“Somos jacarandas: Cifras de abusos en los colegios”. Recuperado de: https://www.instagram.com/somosjacarandas/?hl=en
Semana (2022) Terror en el colegio Marymount: entre las denuncias de abuso sexual, el silencio y la complicidad de algunos directivos. Recuperado de:
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