Es increíble la manera como la política puede revelar el lado más oscuro de las personas como también el más virtuoso. Pero, ¿de qué manera podemos distanciar el debate político de las relaciones interpersonales que entablamos con nuestros amigos más allegados? Muchos dirán que es algo demasiado simple, pero no hacer esta distinción termina siendo una de las causas más populares por las cuales la política logra corromper a las personas. Debate que encontramos en medios, amigos, conocidos, políticos y en la academia, que suele no ser siempre constructivo, ni argumentado de forma elocuente.
Esta crítica al debate político del cual hago mención, a mi manera de ver, es fundamental debido a que todas las personas, absolutamente todas, ejercen este debate quiéranlo o no. La persona, como ser racional, siempre estará en una búsqueda constante por la justicia y es así como en algún punto sentirá la necesidad de debatir acerca del tema de su interés sobreponiendo su ideario. Lo cierto es que la justicia y la razón terminan siendo términos bastante abstractos bajos los cuales las personas tienden a discrepar de forma más hostil que propicia.
Sin embargo, el problema no es el debate político, es más, enriquecer el debate de manera armoniosa (con argumentos) simplifica el ideal político-democrático más anhelado. La cuestión se encuentra cuando las personas carecen de cierta humanidad para apelar en discusiones donde su ideal se ve comprometido. A partir de dicho planteamiento yo me he preguntado, ¿desde cuándo empezamos a desconocer los derechos de los demás por ir en contra de nuestro pensar? ¿Cómo es posible que el fallecimiento de un político sea motivo de felicidad y tomado como oportunidad para manchar su buen nombre mientras que otros sufren su pérdida? ¿Por qué el adoctrinamiento es normalizado en muchos de los casos cuando estanca el debate y enajena el pensamiento de aquellos con carácter frágil? ¿Cómo se aprovechan de una publicación en cualquier red social para vulnerar a una persona de manera soez? ¿Cómo el discurso político de nuestros días logró normalizar crímenes atroces haciéndolos pasar como delitos políticos, dejando abierta la puerta a la impunidad?
Muchos debates han surgido en torno a esta última pregunta (que dirán no esta muy relacionada con el tema), pero este es uno de los más claros ejemplos en los cuales se evidencia la manera como la política corrompe a las personas. El debate político no puede traspasar los límites del Derecho; Derecho que se estableció en un principio gracias a la lucha de los individuos y que, a día de hoy, muchos de nosotros aún defendemos. ¿Cómo grupos al margen de la ley justifican a través de un discurso político sus crímenes de guerra? Sin duda es un debate bastante amplio, pero la guerra justificada a través de la política no debería ser objeto de justificación.
Son estos los debates más comunes donde llegamos a desconocer por completo a una persona que termina imponiendo su pensar sin importar los medios. ¿Quién no ha perdido una amistad forjada desde hace mucho tiempo por culpa de un debate y unos ideales políticos bien delimitados? Es increíble cómo no somos capaces de separar la política de la amistad. ¿Quién no disfruta de un buen debate o una buena tertulia con personas y amigos de diferente pensar? Es ese el debate que deberíamos construir a partir de la lectura, de los argumentos y del respecto. Al fin y al cabo pensar diferente no es un acto condenable ni un crimen que pueda ser juzgado por un opositor.
Sin embargo, quiero recalcar nuevamente que el debate siempre tiene que estar en el margen del derecho. Esto quiere decir que hay unas reglas de juego claras a partir de las cuales se tiene que sostener cualquier discusión. En definitiva, aquellos que respeten esos límites serán considerados como personas íntegras, honradas, y respetables. Para ser duro con los argumentos no es necesario agredir a las personas. Hay que saber que persuadir no es imponer, que oponer no es destruir, sino buscar alternativas para hacerlo mejor; construir. Puede sonar esto como una idea poco más que utópica, pero no me mal entiendan, el debate tiene siempre que ser contundente, a veces fuerte, tajante y decisivo, pero nunca fuera del marco del respeto.
Para concluir, quisiera traer a colación la cita de un libro titulado El alma de la toga, que habla acerca del ejercicio del derecho y el esclarecido ministerio del asesoramiento y la defensa. Allí se plantea que el abogado “tendrá que reunir en una misma mente la elevada serenidad del patriarca y la astucia maliciosa del aldeano; el cultivar a un tiempo los secarrales legislativos y el vergel frondoso de la literatura ya que nuestra misión se expresa por medio del arte; el fomento de la paciencia sin mansedumbre con el cliente, del respeto sin humillación para con el tribunal, de la cordialidad sin extremos amistosos para con los compañeros, de la firmeza sin amor propio por los pensamientos de uno, de la consideración sin debilidades para el de los demás”. No es un tema estrechamente relacionado con el tema anteriormente expuesto, pero sin duda puede ser analizado desde una perspectiva que de algún modo nos invite a pensar en la manera como debemos asumir el debate, de forma prudente y respetada.
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