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A que no quiero; Ana Cristina López

En el constante infortunio de la juventud y el éxtasis de emociones que esta experimenta nos tropezamos con las promesas del amor acelerado y el más rebelde. Como lo menciona la obra literaria Cartas a un Joven Poeta, “los jóvenes suelen equivocarse tan desdichadamente. La impaciencia (que es parte constitutiva de su naturaleza) hace que se arrojen en brazos de otro cuando viene la crecida del amor, que se prodiguen tal como son con toda su turbulencia, desorden y confusión” y este caos, producido por el cariño y las maravillas del amor, ha buscado salir a través del arte y de la materia humana en forma de sonidos emitidos por la voz y la música que acaricia el corazón con guantes de seda. Silvio Rodríguez Domínguez, cantautor que plasmó su alma en cada palabra y cuerda en aquellas canciones que nos conquistan no en un amor pasajero sino, en ese amor que une a dos almas, un amor que construye y que trasciende. Nació en San Antonio de los Baños, Cuba, en el año 1946 bajo el cobijo de una familia humilde (su padre era campesino y su madre peluquera). En el año 1951 decidió trasladarse junto con su familia a La Habana, donde eligió un nuevo rumbo, pues aprendió a tocar el piano. En 1963 compuso sus primeras canciones, y cuatro años más tarde participó en el programa televisivo “Música y Estrellas”. Debutó como intérprete en el Museo de Bellas Artes y, en 1975, cuando llevaba ocho años como profesional y había compuesto cientos de canciones, grabó su primer disco en solitario. Además de desplegar su amplia actividad musical, trabajó en la televisión cubana con el grupo de experimentación sonora del ICAIC (Instituto Cubano de las Artes y de la Industria Cinematográfica). A lo largo de su carrera colaboró con numerosos cantantes y músicos latinoamericanos y españoles en discos y giras. (Biografías y vidas).


Qué no se daría por una tarde junto a nuestro amado(a), caminando de la mano por el malecón habanero, sabiendo que “de niño te conocí, entre mis sueños queridos, por eso cuando te vi, reconocí mi destino…” Silvio Rodríguez es un legado que se sigue sembrando en el alma de cada latino y en su historia. Analizar los sentimientos en cada canción suya es sumergirnos en los pros y los contras del cariño hacia el ser ajeno, pero aún así, intentar una fusión para dejar de ser dos y formar uno solo sin abandonar la esencia individual. En estos 74 años de su historia nos ha plasmado la parte revolucionaria en su vida y cómo sigue de pie hasta el último instante, el deleite de estos pasajes puede apreciarse en temas como Fusil contra fusil, Canción urgente para Nicaragua, La Era está pariendo un corazón, El necio, Hombre o América te hablo de Ernesto. Es este chico de las letras raras el que hizo el puente y los cimientos fuertes de la trova tradicional.


Por último, apreciemos el poder que tuvo Sindo Garay para este trovador. “Cuando conocí el trabajo de Sindo Garay allá por 1966, a través de un disco, fue que yo me sentí identificado. De pronto oí sonoridades que tenían que ver con mis sonoridades. Quizás tenían que ver por todas aquellas cosas que había escuchado en mi infancia -mi abuela, mi madre, mi familia materna, sobre todo-, y por eso es que hago la Canción de la trova también, ¿no? Porque quería dejar manifiesta esa identificación, esa identidad con Sindo Garay, y, por supuesto, con la trova.”


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